Yo muero extrañamente…No me mata la vida,
no me mata la muerte, no me mata el amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida…
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?
¡Cumbre de los martirios…! Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz…!
¡Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable…!
¡ Ah, más grande no fuera tener entre las manos
la cabeza de Dios!
Delmira Agustini (Montevideo, 24 de octubre de 1886 - id, 6 de julio de 1914)
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